En setiembre de 2014
falleció Isidoro Álvarez, presidente de El Corte Inglés, unas cuarenta y ocho
horas después del fallecimiento de Emilio Botín presidente del Banco Santander.
La curiosa coincidencia de la desaparición de dos de los más importantes
personajes de la vida económica del país ofrecía el aspecto de una curiosa y
rara casualidad.
Botín dirigía un imperio
financiero montado a base de crecer y acumular sin más objetivo que ese mismo
crecimiento y acumulación especulativa y financiera. Y en esos años previos
marchaba a pelo sobre un caballo desbocado llamado burbuja inmobiliaria.
Álvarez intentaba sujetar desesperadamente un imperio comercial que vendía a
crédito los millones de utensilios imprescindibles en esos centenares de miles
de apartamentos de nueva creación que habían ido surgiendo como setas en esos
mismos años.
Botín había seguido la
locura expansionista del dinero fácil comprando todo lo que se encontrara a su
vista, como un cazador enloquecido compraba bancos en cualquier país,
financieras, seguros y concediendo miles y miles de créditos sin suficiente
respaldo para adquirir esos apartamentos tanto a particulares como a
especuladores institucionalizados, oportunistas del ladrillo, y sobre todo a inmobiliarias
de más que dudosa solvencia y capacidad empresarial. Y para poder mover tanto
dinero con el que comprar bancos y otras compañías y repartir créditos de
escasa fiabilidad, pedía continuamente dinero fresco prestado a fondos de
inversión y a otros grandes bancos.
En 2013 la situación era
prácticamente insostenible para ambos próceres, sus empresas tenían tal grado
de endeudamiento que la quiebra parecería inminente a no ser porque su caída
podía arrastrar no sólo a todo el país, sino que incluso podría provocar
consecuencias imprevisibles y desastrosas en toda Europa.
La última gran operación de
Botín fue comprar la estructura de crédito del Corte Inglés. Se creó una
empresa financiera cuyo 51% era propiedad del Santander y el 49% restante del Corte
Inglés que pasaba a ser la propietaria de toda la estructura de crédito de la
última. Esto representaba un riesgo mayor todavía por parte del Santander y la
ruptura definitiva del negocio familiar y tradicional del Corte Inglés.
El C.I. era un negocio
singular: en su totalidad era propiedad de la Fundación Ramón Areces,
organización sin ánimo de lucro fundada por el gran patriarca ya fallecido y de
quien Álvarez era sobrino y a quien dejó en herencia ese gran negocio. Por otra
parte, desde los tiempos de Areces, una parte del capital de la empresa estaba
en manos, en forma de bonos, de sus empleados que en razón de su fidelidad a la
empresa los recibían y que eran préstamos a la empresa que compraban con su
sueldo y que les rentaban unos intereses fijos de por vida mayores que los que
ofrecía la banca en depósitos a plazo fijo. Una especie de sueldo en diferido.
Podríamos decir que en última instancia el Corte Inglés era una especie de ONG
familiar.
Claro que además de
expandirse vendiendo lavadoras, ordenadores, mobiliario y ropa, el C.I. se
expandió en esos años comprando gigantescos solares lo más céntricos posible
sobre los que construía aceleradamente sus impresionantes grandes almacenes
hasta en ciudades de escasísima proyección económica de futuro.
Y claro está que el
Santander no vivía tan sólo de vender dinero fácil a clientes enloquecidos por
la burbuja, sino sobre todo del gran negocio del dinero negro que la barbarie
constructiva producía sin cesar. Dinero que se obtenía gracias a una legislación
urbanística que tenía como fin precisamente la salida a la vida financiera y
comercial de enormes masas de dinero no localizable por Hacienda. Si alguien
pedía un crédito al Santander o a cualquier otro banco para comprar un piso no
le ofrecían como era lo tradicional un setenta por ciento del valor de compra
oficial del piso, sino un ciento veinte por ciento ya que las condiciones de
compraventa de ese piso incluían siempre
una parte en dinero responsable ante hacienda, y otra a tocateja en un sobre.
Otro día explicaremos como
se movía ese dinero negro y de donde surgía inicialmente.
El hecho es que en 2014
tras ambos fallecimientos, la hija de Botín se hizo cargo del control del banco
por sorpresa y literalmente al asalto, y el sobrino de Álvarez, Dimas Gimeno, del
control del C.I. pero no de la Fundación propietaria del mismo, que hubo que
repartir entre las hermanas de Álvarez y
sus dos hijas.
El resultado fue que la
Fundación pasó a poseer sólo el 37% del C.I. quedando el resto entre los familiares
de Álvarez entre los que Dimas Gimeno sólo tenía la propiedad del 30% restante.
En 2014 para salvar la
situación del C.I. el Santander negoció un crédito sindicado de un buen montón
de bancos, de los que ellos eran el principal, para aportar liquidez al C.I., y
aún así en 2015 recurrieron al estado Qatarí para obtener otro crédito de 1.000
millones de euros que impidiera la quiebra del con la condición de que el C.I.
saldría a bolsa cuando los qataríes lo exigieran.
En la actualidad la deuda
del C.I. es de tres mil seiscientos cincuenta millones de euros, prácticamente
la misma que tras el estallido de la burbuja, la deuda del Santander es
literalmente inconmensurable y las cifras oficiales impiden saber a qué niveles
astronómicos ha llegado. Para paliarla ha estado vendiendo algunos de los activos
que Botín había ido comprando durante los años felices, pero sus acreedores
aprietan y ciertos fondos salvajes les están forzando a vender lo que sea para hacer
frente a los pagos que vencen continuamente sin liquidez para cubrirlos.
Otro día hablaremos de la
compra del Popular.
Al borde de la quiebra de
ambas entidades, pero imposibles de quebrar por las consecuencias extremas que
esto acarrearía, los qataríes han exigido la salida a bolsa porque a ellos les
interesa un rábano la venta de lavadoras y textil y les interesa muchísimo la
compra de lo que quede del negocio cuando salga a bolsa y ellos lo compren a
precio de saldo ya que la compra absorbería su propio crédito, y con esa
operación obtengan una suculenta tajada de un buen montón de solares céntricos
de todas las más importantes ciudades de España. El patrimonio inmobiliario del
C.I. está valorado en unos dieciocho mil millones de euros.
Claro que en esa situación
las hijas de Álvarez y su sobrino se han enzarzado en una serie de pleitos
judiciales salvajes por la propiedad de la Fundación y del propio C.I. en la
que, por ahora, no ha habido cadáveres. Ya hubo bastante con que desapareciera
el férreo amo y patriarca en 2014 cuando se negociaba la venta del sector más
importante del C.I al Santander en el mismo momento en que falleciera el propio
amo del banco.
La señora Ana Patricia
Botín y las hijas de Álvarez y su primo Gimeno, más los qataríes, más unos
cuantos personajes de los llamados gestores de primera fila de las grandes
empresas españolas están “discutiendo” de forma bastante cruda quien se lleva
las mejores porciones del pastel. Y de estos personajes trabajando entre
bambalinas el más importante se llama Manuel Pizarro.
¿Y saben quién es el principal
garante de las dos operaciones que se están cerrando estos días, la que
sostiene artificialmente al Santander ante sus descomunales deudas impagables,
y que por tanto necesita solares de alto precio para vender rápidamente y
cubrir deudas, y la que ha acudido a la refinanciación del Corte Inglés, que en
realidad representa su liquidación por derribo, la venta de sus inmuebles y el
despido de miles de trabajadores? Se llama Goldman Sachs, que va a aportar la
parte fundamental de los créditos imprescindibles para evitar la quiebra. ¿Y
quién ha sido el hombre clave que ha gestionado todo este derrumbe controlado
(por ahora) del C.I. y ha puesto más o menos de acuerdo a los qataríes, el amo
Gimeno, el Santander y ha ido apartando del poder a las hijas de Álvarez y la
vieja guardia de la Fundación? Manuel Pizarro, nieto del general de la guardia
civil que al acabar la guerra del 36 dedicó años a liquidar la resistencia
guerrillera a base de torturas, asesinatos, violaciones y vaciar literalmente
las masías, cortijos y hasta aldeas enteras que supuestamente podían servir de
apoyos a la guerrilla antifranquista, llegando incluso a hacer fusilar a los
guardias civiles que se mostraban tibios ante la dureza de la represión. Pero
dejando a un lado cómo se creó su fortuna familiar gracias al enorme poder de
este general durante la Dictadura, diremos que el actual Sr. Pizarro es, entre
otras muchas altas responsabilidades y altos negocios, el expresidente de Endesa,
puesto que dejó para pasar a organizar esta compleja operación hace tan sólo un
par de años. ¿Y saben quién era uno de los más altos directivos de Endesa hasta
su nombramiento como ministro? Se llama Luis de Guindos, el ex Lehmann Bothers
considerado por el Financial Times “el peor ministro de economía de Europa”. ¿Y
saben con quién está casado el Sr. Pizarro? Con la expresidenta de Navarra
Yolanda Barcina. ¿Y quién era el segundo tras M. Rajoy en las listas
electorales del PP por Madrid en las elecciones del 2008? El propio Manuel
Pizarro. ¿Y saben de qué organización, también sin ánimo de lucro, son notorios
miembros De Guindos, Trujillo, Barcina, y los Botín? Se hace llamar El Opus Dei.
Otro día explicaremos algo
de lo de la absorción del Popular, el banco del Opus y la Conferencia
Episcopal, por el Santander.